Cuando se cumplen 43 años de los Sucesos de Vitoria, conviene recordar no sólo qué ocurrió ese fatídico 3 de marzo de 1976, sino todo aquello que llevó a aquel trágico desenlace, penúltimo estertor de una Dictadura moribunda. Desde comienzos de año se venían sucediendo diferentes huelgas y manifestaciones en todo el Estado como respuesta a un decreto ley sobre congelación salarial, en noviembre de 1975. Se trataba de salir de la crisis económica de antaño a costa de los trabajadores. Nada nuevo bajo el sol. La diferencia de aquella crisis con respecto a la actual fue que en aquel entonces, la clase trabajadora estaba organizada y concienciada, por lo que decidió movilizarse hasta poner en jaque a la patronal y al Gobierno. Cuánto hemos de aprender de nuestros mayores. La respuesta que dio el Gobierno fue la única que conocía: palo y tentetieso.
En aquellos años, el miedo que existía no era a perder el trabajo, el miedo, muy real, era a perder la vida, como ocurrió aquel día maldito, cuando la Policía Armada acribilló a más de 150 personas de los varios miles que abarrotaban la iglesia de San Francisco de Asís. Como consecuencia, una persona murió en el acto y otras cuatro en los días siguientes como consecuencia de las heridas. A pesar del riesgo, en los días posteriores a la matanza los trabajadores de todo el país no dudaron en movilizarse para protestar por la impunidad policial y reivindicar libertad, democracia y una mejora de sus situaciones laborales y sociales. Durante las movilizaciones de repulsa, de nuevo, se producirían muertes tras una respuesta desmedida de unas fuerzas policiales desbordadas por la indignación popular. La situación fue tal que al heredero de la Dictadura no le quedó más remedio que sustituir a Arias Navarro por el joven Adolfo Suárez y apostar definitivamente por una transición democrática como única forma de legitimar su reinado y blanquear la herencia de Franco.
Hoy, sin embargo, ante los ataques del Capital, los trabajadores y trabajadoras contemplamos indolentes cómo poco a poco vamos retrocediendo en derechos sociales. La patronal aprieta cada vez más en venganza por todas las conquistas que la clase trabajadora consiguió con su lucha.
Aquellos que con tanto esfuerzo construyeron la democracia y unas condiciones laborales dignas vuelven a darnos un ejemplo sobre cómo hemos de luchar por nuestros derechos. La lucha de los pensionistas debe marcar el camino. Si en 1976 se jugaron la vida ¿qué menos podemos hacer ahora que salir a la calle, manifestarnos y paralizar el país? ¿A qué esperamos para plantarle cara al Capital?
Cuando se están negociando convenios como el del metal, la madera, el vino… ¿cómo no presionar al SEA (Sindicato Empresarial Alavés)? La patronal está tranquila pues no siente que haya conflictos en sus empresas, entendiendo por tanto que sus plantillas dan por buenas las condiciones que tienen.
Es el propio SEA el que en su última Asamblea en 2018 aseguró que “el capital humano es la base determinante para garantizar el crecimiento sostenible del tejido empresarial de este Territorio Histórico” mientras con sus aprieta más y más en la negociación con el afán de recortar aún más los derechos de la clase trabajadora. Aquellos que pensaran que los derechos conquistados durante años de lucha eran ya inalienables se deben empezar a dar cuenta de que si nos quedamos parados, perdemos.
Debemos reaccionar organizándonos primero, concienciándonos y movilizándonos. No se trata de jugarse la vida como en el 76, sino de defender los puestos de trabajo y unas condiciones laborales dignas. Se trata en definitiva del futuro, del nuestro y el de nuestros hijos. ¿Qué futuro les espera si nosotros nos quedamos parados? ¿Qué ejemplo les estamos dando? Ante la patronal es necesaria la movilización de la clase trabajadora. Honremos la memoria de aquellos que murieron por defender los derechos de la clase trabajadora.
Pedro María Martínez Ocio.
Trabajador de Forjas Alavesas.
Francisco Aznar Clemente.
Estudiante y operario de panadería.
Romualdo Barroso Chaparro.
Trabajador de Agrator.
José Castillo García.
Trabajador de Basa.
Bienvenido Pereda Moral.
Trabajador de Grupos Diferenciales.
Asesinados el 3 de marzo de 1976 por defender un trabajo digno.
Gogoan Zaituztegu.