#25N, Día internacional para la eliminación de la violencia contra las mujeres. El Partido Comunista llama a su militancia a la movilización.
Manifiesto del PCE
Hoy, más que nunca, llegó la hora de que la vergüenza cambie de bando. Han sido siglos de un silencio impuesto frente a la infinidad de formas de violencia machista: física, psicológica, sexual, económica, institucional, simbólica. Violencias machistas que han sido una herramienta de control, un mecanismo para mantenernos sumisas y subordinadas. Por eso nos han enseñado a callar, a tener miedo, a sentir vergüenza, por eso nos han enseñado que nuestra palabra no tiene credibilidad, que de alzarla sería cuestionada y tendría consecuencias, porque el silencio es necesario para mantener la violencia.
Sin embargo, los casos de mujeres que se han rebelado contra ese silencio impuesto nutren toda nuestra historia. Ana Orantes denunció en 1997 en una entrevista en Canal Sur la violencia que ejerció su ex-marido a lo largo de su vida contra ella, su caso cambió la forma de abordar la violencia de género en España; El reciente caso de la francesa Gisèle Pelicot, a quién su marido drogó durante más de diez años para que otros hombres la violaran, hay más de cincuenta acusados en el banquillo, su gesto de no ocultar su cara o su identidad apelando a que la vergüenza la tienen que sentir otros es de una magnitud aún por cuantificar.
Desde que sabemos que lo personal, (o privado), es político, las mujeres y el movimiento feminista hemos tratado de derribar al patriarcado y señalar a los que ejercen la violencia de género, también a los que la toleran y a instituciones, como la judicial o los medios de comunicación, que han disculpado y tapado esa violencia o han situado a las mujeres como responsables por su conducta, o por sus deseos de libertad.
Este proceso de concienciación y lucha tiene muchas protagonistas, Nevenka Fernández, Juana Rivas, María Salmerón, Elisa Mouliaá y todas las víctimas de Íñigo Errejón, así como la marabunta que ha desencadenado el caso que ha consistido en la exposición masiva de testimonios de abuso y violencia que sufrimos las mujeres en nuestra sociedad.
Estamos mostrando que la violencia sexual es estructural, es un problema persistente y global contra las mujeres, presente incluso en sociedades que formalmente son igualitarias, y que limita la capacidad de las mujeres para tomar posesión de los espacios públicos, o reservados históricamente a ellos, impidiéndonos hacer uso pleno de nuestra libertad, limitando nuestra capacidad de participar social y políticamente. Y están demostrando también que el silencio de las mujeres es cada vez menos opción, que el miedo ha remitido, que hermana yo sí te creo, y que es posible y necesario construir espacios seguros donde lo contemos, lo punible y lo reprochable. Con todas ellas estamos, acompañándonos en defensa de la libertad y en el señalamiento de quienes ejercen violencias machistas y las estructuras que las permiten, reproducen y perpetúan.
El protagonismo también es colectivo, el movimiento feminista con su capacidad de unidad y defensa de las mujeres está haciendo posible que las mujeres dejemos de sentirnos avergonzadas o responsables de la situación de violencia machista, y ha elevado nuestras realidades violentas a emergencia colectiva. Con el feminismo como herramienta, hemos podido poner de manifiesto que la forma en que se han formado históricamente las relaciones sexuales y afectivas entre hombres y mujeres está marcada por el poder, la desigualdad y, desde siempre, por el silencio. No son relaciones problemáticas sin razón, sino que responden a patrones estructurales profundamente arraigados.
Desde el 25 de noviembre de 2023 han sido asesinadas 46 mujeres y 10 niños y niñas han sido asesinadas para causar dolor a sus madres en lo que se conoce como violencia vicaria. 29 niños y niñas han quedado huérfanos. A lo largo de estos 12 meses hemos conocido el horror de las mujeres afganas, abandonadas a su suerte por potencias neo-colonizadoras, las mujeres palestinas que sufren el horror de un genocidio siendo asesinadas, torturadas y violadas. Libanesas y ucranianas que también sufren la guerra y sus terribles consecuencias, las mujeres saharauis abandonadas por el PSOE a las que ya ni conceden asilo. Así como las millones de mujeres que sufren la asfixia de los bloqueos económicos orquestados por el imperialismo de EEUU, que dificultan a las mujeres cubanas el acceso a los recursos básicos y esenciales o a las mujeres lideresas comunales venezolanas que, además, han sufrido el feminicidio promovido por la extrema derecha.
Millones de mujeres en todo el mundo salimos a las calles para exigir a los gobiernos que acaben con las guerras, con la cultura del militarismo y de la guerra, las armas y la violencia que solo trae muerte y destrucción y en las que las mujeres, como siempre, nos llevamos el doble de violencia al ser consideradas un botín de guerra.
Frente a todo ello nos tienen en lucha, orgullosas y dispuestas a acabar con la alianza criminal de patriarcado y capital.
Con todo, uno de los casos más graves que hemos tenido que sufrir en 2024 ha sido el simulacro de juicio de la Audiencia Provincial de Murcia a los pederastas de niñas en situación de extrema vulnerabilidad. Y es que pese a la gravedad de los hechos probados de captación y explotación sexual de menores, la sentencia impone penas económicas a aquellos que las violaron por el “atenuante” de dilación en el juicio. Una vergüenza que va contra las leyes, contra la dignidad de las mujeres y contra el género humano. Por ello, que la vergüenza cambie de bando también incluye al sistema judicial. Una justicia que no es justicia para las mujeres, a las que ha fallado demasiadas veces salvando a sus torturadores con argumentos llenos de machismo, tratando así de disciplinar a las mujeres para que sigamos sumisas y obedientes con el papel asignado.
No podemos hablar de violencia sin recordar también que, cuando se producen catástrofes naturales, son las mujeres las que más sufren y quedan más desamparadas. La DANA que ha afectado especialmente a Valencia a afectado a un gran número de víctimas a las que mandamos todo el apoyo. En estos momentos, la violencia machista se recrudece, y las víctimas se ven aún más solas, más desbordadas.
Es comprensible que nos sintamos abrumadas ante la magnitud de las violencias, su número, su constancia, su omnipresencia, y caigamos en pensar que nada ha cambiado. Lo que ocurre es que el patriarcado ha demostrado una notable capacidad para adaptarse a lo largo del tiempo, transformándose según los contextos sociales, políticos y económicos. Aunque algunas estructuras de poder han cambiado, el patriarcado se reinventa constantemente, adoptando nuevas formas para mantener las desigualdades. Como la ola reaccionaria que recorre el mundo, profundamente misógina y abiertamente antifeminista.
Frente a la reacción, frente a las violencias machistas, frente al individualismo descarnado de un sistema capitalista que hace aguas, más feminismo. Más feminismo porque vinimos a cambiarlo todo, vinimos a demoler privilegios, a derribar estructuras, a crear un mundo mejor, sin violencias contra las mujeres.
Hacemos un llamamiento a las millones de mujeres para que acudan a las manifestaciones convocadas por el movimiento feminista el 25 de noviembre y demostremos que estamos dispuestas a que QUE LA VERGÜENZA CAMBIE DE BANDO.